sábado, 28 de marzo de 2009

Crónicas de la Batalla XVI - Por Sir Jujo


Poco a poco, la noche fue cayendo, y la compañía decidió acampar. Mientras mis hermanos empezaban a preparar su tiendas, no pude evitar subir a una duna y mirar a mi alrededor. Una mezcla de sensaciones empezó a inundar mi persona. La belleza de aquella puesta de sol solo era comparable con mi desánimo, al ver aquel basto páramo desierto de cualquier tipo de vida. Mi ánimo poco a poco empezaba a flaquear, y aunque sabía que mi fé debía de ser fuerte y vencer a toda adversidad, a veces cuestionaba aquella Cruzada hacia Tierra Santa.

Bajé del promontorio de arena y empecé con mis labores de acampada. Cuando terminé solamente la tenue luz de las antorchas iluminaba aquel campamento de maltrechos, pero valerosos guerreros. De las alforjas de Iratí, una frugal cena aumentaba mi desazón. Masticaba lentamente para que así pareciera que el banquete era mayor.

Mientras mordisqueaba aquel trozo de carne seca, un caballo bajó por una duna como azotado por la misma mano de Dios. Nuestro emisario había vuelto y por lo que parecía tenía noticias urgentes que dar a los altos mandos. Algo sucedía, pero ahora mismo poco me importaba. Tan solo quería descansar, para mañana volver a cabalgar nuevamente.

Tras unos instantes, nuestro jefe de compañía y maestre sale de su tienda. Algo le urgía, y por lo visto no tardaríamos demasiado en saberlo.

Tal y como me había imaginado, un grito rompió la quietud del desierto:

- ¡!!!CABALLEROS A LAS ARMAS!!!!! ORDEN DE BATALLA!!!!

Rápidamente el campamento se atavió de lo necesario, y montando en sus caballos, la compañía empezó una veloz carrera en la misma dirección que regresara el emisario.



Mi caballo estaba exhausto, y su respiración era sonora. Centrado en tratar de forzar a la bestia lo menos posible, un sonido anuncia la llegada de la hora de la verdad. TURUUUUUUUUUUUU, TUUUUURUUUUUU. Unos cuernos sonaban indicando la inminente batalla.

Raudos, nos acercamos en la dirección que provenían los toques de cuerno. Poco a poco, una inmensa masa oscura se divisó en la lejanía. La batalla había empezado y debíamos de darnos prisa.

Sin previo aviso, cogimos la retaguardia de los que suponíamos nuestros enemigos. Allí estaban ellos. Dulce venganza. Los aliados de aquellos que fueran nuestros amigos, mantenían una dura batalla con una orden pagana. Azuzando a nuestros caballos, entramos en la batalla rompiendo las filas enemigas. Los gritos se entremezclaban con el ruido metálico del choque de las armas. Los cuerpos inertes de nuestros enemigos caían de los caballos como si sacos de arena se trataran.

La tremenda embestida y la sorpresa los había mermado bastante, pero nuestro adversario era numeroso y fuerte, y consiguieron plantar cara a los dos frentes. Los paganos, sorprendidos por la llegada de los inesperados refuerzos, empezaron a envalentonarse, consiguiendo dividir las filas sarracenas en dos.

La batalla fue cruenta. Los gritos de los agónicos sarracenos mezclados con la desesperación de sus rostros, no impedían que una y otra vez hendieramos nuestras espadas en ellos. Y al final….. silencio. Todos habían caido. Solamente nuestra compañía quedaba en pie en un oasis de cadáveres en medio del desierto.

Escrito por:
Sir Jujo, Inquisidor de CTR

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